Metafísica - Estructura de la realidad - Mente y Consciencia -  Sistema energético del ser humano 

Vivir el presente

Hay mucha gente que clama vivir el presente, que todo lo que importa para ellos es el día a día, y que no piensan en el futuro, como una reivindicación, un eslogan o una forma de vida. Vienen a decirnos que no se preocupan del mañana, de lo que vendrá o de lo que harán la semana que viene, que no planifican, no pierden el tiempo y la energía en cosas que ya sucederán.  Aunque con algunos matices, en realidad la frase «vivo el presente» tal y como es usada por muchos de nosotros es errónea. Eso no es vivir el presente, eso es no preocuparse por el futuro. Y es distinto.

Pasado y futuro, estados mentales

En realidad todos vivimos en el presente. Es imposible no hacerlo. No puedes escapar del presente. Está aquí. Estás leyendo esto ahora y estás en ese segundo que es tu presente. Y luego ese otro, y luego otro más.  Quieras o no quieras, estás siempre en el presente. Otra cosa es dónde esté tu mente. Y ese es uno de los grandes males de nuestra sociedad.

Pasado y futuro son estados mentales. No existen por si mismos, no son nada. El tiempo es simultáneo aunque no lo percibamos así. El pasado es la impronta que dejó en nosotros un estado presente que sucedió anteriormente. El futuro es una proyección de nuestra mente del estado presente actual.  Nuestra mente no concibe vivir en un estado mental que no sea algo que ya ha pasado y sobre lo cual ha podido almacenar datos, imágenes, sensaciones, información, o en un estado futuro que sea la proyección de esas imágenes, datos y sensaciones. Cuando imaginamos algo que va a ocurrir o que queremos que ocurra, estamos extrapolando la información que tenemos en nuestra mente para construir ese evento futuro. Nos imaginamos ese futuro, pero ese futuro no existe. Solo el presente existe.

Por ejemplo, vivimos muchas veces buscando algo que ha de llegar, esperando que suceda algo que aún no ha sucedido, anhelando el momento en que ocurra aquello que queremos que pase. Nuestra mente está puesta la mayoría del tiempo en cosas que queremos que ocurran: la hora de salir del trabajo, las vacaciones, que llegue el fin de semana, que nos toque la lotería, que me cambie de trabajo, que encuentre pareja, que tenga hijos, que me cambie de esto, que me compre aquello.  No son situaciones reales. Solo son trucos de nuestra mente y de nuestro ego para sobrevivir.

El presente, verdugo del ego y la mente

Como habíamos comentado brevemente en el post anterior, «aprender a meditar«, nosotros no somos nuestra mente, ni somos nuestro ego. La mente es el súper-ordenador que procesa, clasifica y toma decisiones en base a los miles de datos que llegan cada segundo a través de nuestros sentidos. El ego es el «ente» energético creado para gestionar la mente y la personalidad, de los sentimientos y las emociones, para «gestionar» el cuerpo y la realidad en la que vivimos.  Ambos no pueden sobrevivir en el presente. La mente no es capaz de analizar algo que está sucediendo justo ahora, porque en el momento en que lo hace (cuando ha recibido los datos para ello), el momento ya es pasado. Para la mente egóica no existe el presente. Por muy pocas milésimas de mílésimas de segundo que tarde en lanzar un pensamiento o tomar una decisión, esta ya está basada en algo que ha pasado. No puede capturar el presente, por eso no puede vivir en él.

El ego tampoco entiende el presente. Su supervivencia está atada a nuestros miedos, deseos, pasiones, emociones y afectos. El ego es ese programa que vive en nosotros y que nos ayuda a llevar el día a día, pero que por ese mismo motivo solo es capaz de interpretar ese día a día en base al pasado, a lo que ya le ocurrió, o en base a las proyecciones futuras que pueda hacer la mente de lo que lo que va a pasar. El ego no puede existir en el presente, porque no tiene poder sobre él. El presente le da miedo, y amenaza su supervivencia. Por eso no nos permite vivir en el presente y se ocupa que tengamos siempre pensamientos en nuestra cabeza o bien relacionados con el pasado o bien con el futuro.

Si siempre viviéramos en el presente, el ego podría terminar disolviéndose (pero no es posible vivir en este plano sin el programa ego, solo se puede transformar, domar y poner bajo las órdenes de otras partes superiores de nosotros mismos), y la mente podría convertirse tranquilamente en un ordenador que podríamos apagar y solo usar cuando nos hiciera falta para computar información o analizar datos (¿has probado alguna vez a intentar desconectar tu mente? ¡no se puede!), pero no para que siempre esté lanzando y generando pensamientos que nos mantienen en estado de eterno ruido mental.

¿Cómo se vive el presente?

Si has conseguido alguna vez dejar tu mente en blanco, quizás conozcas la forma de vivir el presente. El estado del presente es el estado de no pensamiento. Es ese momento en el cual estás totalmente focalizado y consciente de tu presencia «en el ahora». Todo lo que ves, oyes y sientes no pasa por los filtros de la mente analítica puesto que esta no está interfiriendo. El presente es el estado que existe entre pensamiento y pensamiento. Haz la prueba. Observa lo que está pasando ahora por tu mente. Puede ser cualquier cosa que te preocupe o que esté dando vueltas por ahí, y observa el momento en que ese pensamiento se desvanece…y ese ínfimo espacio de tiempo en el cual el nuevo pensamiento aun no ha llegado. ¿Lo viste? Lástima. Ya llegó otro pensamiento y el presente se nos ha ido de nuevo.

Una puerta a lo desconocido

Hay un mundo increíble en ese pequeño espacio en blanco. Es el mundo que nos abre el verdadero «yo» que hay en todos nosotros. Es el poder de quien dirige nuestra vida sin la interferencia del ordenador central del cuerpo y del ente energético construido a partir de todas las emociones y rutinas acumuladas en él. Lo que pasa cuando uno empieza a notar ese «presente», y a conseguir que el espacio entre pensamientos sea cada vez más grande, aunque sean solo unos segundos, es que aparece una sensación de quietud increíble y obtenemos una visión del mundo distinta. Muchos dicen que la verdadera belleza de las cosas solo se percibe cuando no existen los filtros de la mente por medio, y quizás sea esa la forma más adecuada de describirlo. Vive el presente. Focalízate en el ahora y se consciente, realmente consciente, de cada momento. Cuanto más lo consigas, más poder le das a tu yo interior y más poder le quitas al ego y a la mente, de forma que cuando vuelvas a decir «yo vivo el presente» realmente sabrás lo que estás diciendo.

¿Me invitas a un café?

un saludo,
David Topí

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